Reseña: |
La poderosa industria del alimento está sufriendo
una transformación intensa a causa de las presiones
de los consumidores -cada vez más y mejor informados-,
quienes demandan ahora alimentos de cultivo biológico,
libres de sustancias químicas, y dotados de propiedades
terapéuticas que le alivien sus enfermedades o, al
menos, las prevengan.
Las farmacias se defienden como pueden, pues a fin de cuentas
les están quitando un mercado que hasta ahora era de
su exclusividad, e intentan alertar al público con
mensajes como consulte a su farmacéutico
o de venta exclusiva en farmacias. Con ello intentan
impedir lo que ya no podrán lograr, que no es otra
cosa que el derecho de los ciudadanos a cuidar su salud por
medios propios, sin necesidad de recetas médicas ni
de pagar precios desorbitados.
Lo curioso de este cambio es que las tiendas de herbodietética
ya llevan muchos años comercializando numerosos compuestos
saludables bajo el epígrafe complemento alimenticio,
y padeciendo por ello numerosas trabas para poder incluir
pros-pectos orientativos en sus envases, pues los organismos
de Sanidad (regidos por farmacéuticos) les prohíben
cualquier tipo de papel informativo. Los supermercados no
son competencia de las farmacias, pero los herbolarios sí.
Si tenemos en cuenta que el Ministerio de Sanidad está
regido esencialmente por farmacéuticos, es fácil
sacar la conclusión.
Y en este mundo se mueven los ácidos grasos Omega 3,
6 y 9, extraordinarios para la salud, ahora añadidos
hasta en la leche de vaca y los embutidos. ¿Son tan
importantes como nos aseguran quienes los comercializan? Indudablemente
sí, aunque alertamos al lector inteligente a que no
admita su incorporación en los productos derivados
del cerdo, precisamente la carne menos recomendable para el
consumo humano.
|